La universidad pública española se encuentra por encima de donde debería estar por financiación económica. Los rankings nos ponen en una media tabla que no nos hace destacar como instituciones generalistas. Hay centros, Facultades o Escuelas, que destacan pero en general la institución a la que pertenece se queda en una posición media. Hay que señalar que el dinero invertido en la universidad pública es bajo si comparamos con número de habitantes y producto interior bruto de nuestro país. Seríamos como el Villareal dentro de las competiciones europeas.
Dentro de este panorama querría centrarme en algunas medidas de mejora, en relación a dos sectores de la enseñanza superior, profesorado y alumnado, con el objetivo de conseguir mejorar la universidad desde una concepción que mejore la excelencia y al mismo tiempo evite las desigualdades sociales por cuestiones económicas.
En lo referente a los profesores el elemento diferenciador con otros sistemas universitarios es la movilidad del profesorado. Una gran parte de la plantilla de las universidades permanece en la misma en la que se doctoró. Los argumentos son muy peregrinos para mantener este sistema (la universidad ha invertido muchos recursos en la formación del profesorado, la estabilidad familiar, etc.) Y sin embargo, la solución es muy barata: que ningún docente pueda ser profesor en la misma universidad en la que se ha doctorado, sin haber estado contratado en otra por un tiempo amplio. Es cierto, que en la primera generación se habrá invertido mucho en esos docentes, pero no es menos cierto que al tener que recibir profesores de otros centros estos, a su vez, han invertido mucho dinero en la formación de los mismos. La clave va a estar en la capacidad y en los modelos de contratación de los centros de enseñanza superior. Pasada la primera hornada, ya no se invertirá mucho más presupuesto en la formación del personal docente puesto que en el momento en que es doctor (entre cuatro y cinco años) se tendrá que mover a otra institución. Tal norma tiene un coste cero a la administración en su aplicación y los beneficios de movilidad y de romper lazos con la escuela, si se quiere, claro.
Desde el punto de vista del alumnado el punto cardinal va a radicar en el pago de los estudios superiores. La universidad para ser de excelencia necesita de mucha financiación y una parte importante de la financiación viene de las tasas de los alumnos. Por otro lado, es necesario tener una población bien formada para los retos que se plantean a la sociedad y en esta disyuntiva se plantean dos sistemas de Universidad: todo gratis para los buenos estudiantes y se paga todo el coste de la matrícula.
El primero es el sistema tradicional de Alemania, por lo menos hasta 2006 cuando los Länder empezaron a cobrar tasas, sistema que no se ha mantenido después de pasar la crisis. Con este sistema se paga sólo las tasas administrativas pudiendo el alumno estudiar lo que quiera, con el único requisito de pasar un examen a mitad de su carrera académica con una única posibilidad de suspender. Es parecido al sistema que se plantea en Andalucía pero a nivel nacional. Es cierto, que puede ser efectivo pero requiere de una selectividad que sea realmente selectiva (no la que tenemos ahora con cifras superiores al 94% de superados) y se sigue mantiendo una incógnita con los alumnos de fuera de la comunidad autónoma andaluza. ¿Podrá un alumno de fuera de Andalucía beneficiarse de estudiar gratis en nuestras universidades? ¿Habrá números clausus o estudiará todo el que se quiera matricular? ¿Servirá para seleccionar a la creme de la creme de los estudiantes? El sistema asimétrico lo tenemos en el Reino Unido con las universidades escocesas, a las que pueden ir a estudiar cualquier ciudadano británico y en las que se hace una criba importante de alumnos a la hora de entrar a estudiar.
El segundo sistema se basa en el principio de que las clases acomodadas paguen sus estudios superiores. Por eso cada alumno tendrá que pagar el coste total de su matrícula, unos 4.500 € de media por 60 créditos al año en España. Cantidades que son altas para muchos sectores de la población y que sin su debido contrapeso serian tremendamente injustas socialmente y además bastante perjudiciales para el interés general ya que se dejaría fuera al capital intelectual del país sólo por su situación económica. Es por ello que este sistema tiene que ir aparejado con un sistema muy fuerte de becas gestionadas por la universidad. De esta manera los buenos alumnos que no pudiesen pagar estas cantidades tendrían subvencionado todos sus estudios, siendo los estudiantes de clases altas los que pagasen los estudios de los de clases más desfavorecidas.
Independientemente de estos sistemas otra de las propuestas plantea la posibilidad de crear un mecanismo de créditos para los estudiantes. De origen americano este sistema tiene el riesgo de fallar cuando se dan fluctuaciones económicas por los periodos de crisis, como se ha podido comprobar en los EE.UU. donde existen casos en los que se ha terminado de saldar la deuda crediticia pasados los cincuenta años.
Si queremos que realmente la universidad sea de excelencia es el momento de producir los cambios necesarios. Desde mi punto de vista el primero a implementar sería el de la movilidad nacional de los docentes. Sólo con la regla explicada anteriormente, a coste cero, se va a evitar el apoltronamiento que se ve en algunos casos en la universidad española. Porque la otra opción que ha sido la de la precariedad y la crisis económica ha servido para generar una generación muy competitiva curricularmente pero a unos costes personales y sociales extremadamente altos, como se ha podido apreciar con el atasco de investigadores sin posibilidades de promoción que hay en toda España.