Las Casas del Pueblo constituían espacios de encuentro entre trabajadores donde se realizaban actividades de muy diverso tipo, fundamentalmente eran lugares de debate, de formación, de alfabetización, lugares de cultura. Algunas Casas disponían de servicios de biblioteca, de lectura a domicilio, escuelas para adultos y para los hijos de los obreros empleando metodologías laicas y racionalistas. En ellas, se fomentaba el deporte o se creaban grupos de teatro. Se articulaban muchas veces en torno al café, como lugares de encuentro social y esparcimiento donde se promovía una vida más saludable.

Siguiendo modelos de otros países europeos, se crearon hasta 900 Casas antes de la Guerra Civil situadas en espacios céntricos y emblemáticos de muchas ciudades y pueblos. Posteriormente muchas se convirtieron en Casas de la Cultura.

Lugares emblemáticos de la acción y del pensamiento socialista y socialdemócrata en nuestro país, que hoy en día sirven probablemente mejor que ningún otro símbolo para repensar en positivo qué debe ser la socialdemocracia, la izquierda abierta y reformadora en el siglo XXI, sin ortodoxias y reivindicando el valor de la experimentación y la asunción de riesgos en la acción política. Unas nuevas Casas del Pueblo que podrían convertirse en laboratorios ciudadanos abordando los retos contemporáneos de un mundo que nos exige nuevas alfabetizaciones.